jueves, 23 de mayo de 2013

Rutina de los días aburridos

Me levanto por la mañana al primer berrido del despertador; no tardo más. Me ducho, me visto y las pocas veces que desayuno es algo ligero. Salgo de la casa, me aclaro la vista, miro al cielo, respiro y camino hacia la parada de autobús. Espero y pienso, haciendo un listado mental medio derruido de lo que tengo que hacer el resto del día. Llega el autobús, subo y me siento en mi asiento favorito. Si está ocupado, me enfado durante tres minutos y después se me pasa. Me muevo acompasadamente con el bamboleo del vehículo y llego a la parada final. Me pongo la mochila -mi más fiel compañera de viaje- en la espalda, y piso el hormigón que conforma la acera. Subo escalones, respiro otra bocanada de aire contaminado por el humo del tráfico, y cruzo el puente que comunica la parada con el campus. Camino y camino por el parque, pensando qué tienen que hacer las plantas, y cuando termino las erráticas conexiones mentales ya he llegado a clase. Entro, dejo la mochila y me siento, pero recuerdo que tengo que ir al servicio, así que voy y vuelvo. Empieza la clase, saco una libreta y un bolígrafo, y apunto cualquier cosa que el profesor esté comentando ese día. Da igual lo que esté explicando porque quitando momentos de lucidez yo estoy absorto en mi mundo de pensamientos inútiles y dibujos en la última página del cuaderno. Acaba la clase, y la misma rutina de conocimiento se repite. Salgo, voy a comer, compro la comida y siempre pienso lo caro que es, pero nunca pienso la de mierda que me meto en el cuerpo. Tiro el plástico y papel al mismo contenedor y salgo a la calle de nuevo, sin sangre en la cabeza y medio sedado por la digestión. Si tengo clases, vuelvo a clase, si no vuelvo a casa. Una vez allí, duermo, leo, o navego la red recopilando piezas de información mundanas y placébicas que me aportan algo de sabiduría efímera. El Sol se mete en el horizonte, las farolas se encienden y yo sigo yaciendo, perenne, en mi mundo de fantasía y sedentarismo. Si tengo hambre ceno, si no me duermo. Esa es la rutina de los días aburridos.

Dicho esto sigo estudiando, que hoy toca. Abrazos a todos.

Actualización del día después: al final estaba cansado y no hice nada. Son las nueve de la mañana y hoy he de hacer el doble.

Estoy saturado



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