domingo, 1 de noviembre de 2015

De visita en The Shard

El otro día tuve la suerte de subir a lo más alto de The Shard, el edificio más alto de la Unión Europea y el cuarto más alto de Europa, solo detrás de tres rascacielos soviéticos rusos de nueva construcción. Todo hay que decirlo, subí invitado en calidad de blogger por la organización que gestiona las visitas a la torre, después de un par de semanas de acoso por correo electrónico. Está claro que Lejos del Mediterráneo se está convirtiendo poco a poco en un medio moderno, dinámico y de gran repercusión internacional.
Jorge Fernández, periodista

Desde que fuera inaugurado en 2012, The Shard -pedazo de cristal en castellano- se ha convertido en uno de los enclaves más populares de Londres, pues desde su azotea (conocida como The View from The Shard) se puede observar una de las panorámicas urbanas más increíbles del planeta. En aquellos días en los que el Sol brilla sobre la capital del imperio y las gentes salen de sus casas victorianas para pasear y tomarse un buen roast y una pinta, las vistas desde lo alto del rascacielos permiten al visitante ver hasta 40 kilómetros de distancia, pudiéndose observar la comarca de Kent y el palacio de Windsor (todo esto según la audioguía).

Diseñado por Renzo Piano, la figura del edificio es inconfundble
Cuando llegué al sitio, pregunté educadamente a una trabajadora dónde podía recoger mi pase de prensa. Me preguntó mi nombre y la acompañé a recoger mi acreditación, que como podéis observar más arriba está diseñada a prueba de falsificaciones. Tras esto, me dirigí a la cola, donde me repartieron una videoguía bastante tosca y con pocas funcionalidades; lo único que merecía la pena era el discurso del jefe de limpiacristales del edificio, que contaba con tono jamesbondiano como tenían que limpiar las cristaleras de manera continua durante el resto de sus vidas porque había miles de ellas en la cubierta de la estructura.

El intrépido limpiacristales celebrando una vida de claridad
Una vez pasé por los controles de seguridad, ascendí a la planta 68 de la torre usando dos ascensores que subían a seis metros por segundo, por lo que mis oídos sufrieron el curioso efecto de la descompensación de presión típica de los rascacielos modernos. Ya arriba, otros tantos empleados de la atracción nos guiaron hasta los dos miradores de las planas 69 y 72, y por fin tuve la suerte de poder observar Londres desde el cielo. Sé que la calidad fotográfica es lamentable, así que me disculpo de antemano. La próxima vez intentaré escribir a Nikon Reino Unido para que me envíen una cámara (para hacer pruebas, ya se sabe). En cualquier caso, aquí tenéis unas cuantas fotos:


















No están mal del todo, ¿no? Si estás por Londres y quieres verla desde una perspectiva nueva y distinta, The Shard es sin duda el sitio que te quitará el aliento. Además, si te gustó Un mundo feliz de Aldous Huxley, te alegrará saber que en la torre mucha gente suele comprar una copita de champán para diferenciarse de la plebe a nivel del suelo, como si fuesen Alfas de la distópica novela del autor inglés.

Panorámica clásica del Támesis y la ciudad que protege


Dirección este
Así pues, cuando me cansé de contemplar la infinidad del horizonte y la complejidad de los engranajes urbanos de la ciudad, cogí el ascensor de vuelta y salí a pasar un soleado sábado por Londres, al más puro estilo épsilon. El champán lo dejo para la próxima visita, de momento me conformo con el soma.

Qué pequeño parece The Shard en la distancia.