Soy un cabrón, lo admito. A los tres gatos que leéis este blog, siento
mucho haberos mentido, porque es evidente que no lo estoy actualizando nada. Pero
no desistáis, hoy voy a escribir una pequeña reflexión acerca de las
cosas que he sacado en claro durante estos meses en la capital del Imperio Pirata.
He conocido a mucha gente. Gente de procedencias muy diversas, tanto
españoles como extranjeros (y quizás dos o tres ingleses). Y me encanta.
Conocer gente nueva es posiblemente una de las experiencias que más merecen la
pena en la vida. Al fin y al cabo, Londres se está gentifricando, y como el resto de capitales de Occidente -¡y
Oriente, qué cojones!-, caminar por las calles comerciales se reduce a una
serie repetitiva de franquicias bisílabas. No obstante, la gente siempre es
distinta. Da igual qué apariencia tengan y de dónde sean, porque cada individuo
tiene unos matices nuevos que no puedes encontrar en ninguna otra persona, y
ese factor único y definitorio es lo que nos acaba marcando en nuestras relaciones
con los demás.
Repitiéndome, lo que quiero decir es que más allá de los landmarks típicos y el acento británico,
para mí Londres es y será las personas que he conocido aquí. Toda la gente que
me cruzo en mi vida diaria y cuyas conversaciones recordaré dentro de veinte
años cuando piense en esta ciudad tendrán una influencia mucho mayor en mí que
el clima, el Big Ben y las pintas de
cerveza (bueno, esto último no sé).
Haced vosotros mismos un ejercicio de reflexión, y pensad acerca de lugares
que hayáis visitado, ya sea el pueblo de vuestra infancia o un viaje a un
rincón recóndito de la Polinesia Francesa. Sin lugar a dudas, la imagen que os
vendrá será la del sitio físico. No obstante, ese regusto interno que acompaña
la imagen no se corresponde a la chimenea de las casas del pueblo o a las
palmeras de Tahití. Esa sensación tiene relación directa con la tranquilidad y
sensación de felicidad que os infundía la conversación con vuestro abuelo mientras
encendíais el fuego de esa chimenea, o la sonrisa de complicidad cuando hablabas con ella acerca
de todo y nada bajo ese palmeral tropical.
Por tanto, os invito a hablar con todo el mundo cada vez que vayáis a un
sitio nuevo, pues toda persona y sus experiencias os aportará un poco de
riqueza a vuestros recuerdos, que al final es lo único que nos queda.
¡Feliz Navidad a tod@s!
PD: en relación con esto, un verbo inglés apócrifo que me encanta.
sonder
n. the realization that each random passerby is
living a life as vivid and complex as your own—populated with their own ambitions,
friends, routines, worries and inherited craziness—an epic story that continues
invisibly around you like an anthill sprawling deep underground, with elaborate
passageways to thousands of other lives that you’ll never know existed, in
which you might appear only once, as an extra sipping coffee in the background,
as a blur of traffic passing on the highway, as a lighted window at dusk.
n. cuando te das cuenta de que cada uno de los transeúntes con los que te
cruzas tiene una vida tan compleja y vívida como la tuya - poblada con sus
propias ambiciones, amigos, rutinas, preocupaciones y locura inherente-, una
historia épica que se expande de manera invisible a tu alrededor como un
hormiguero hacia las profundidades, con interrelaciones complejas con miles de
vidas que nunca sabrás que existen, en las que quizás aparezcas una vez, como
un extra sorbiendo café en el fondo, o como un borrón en el tráfico que pasa
por la autovía, o una ventana encencida al anochecer.
![]() |
Yo en Roma, haciendo amigos en el 192 d.C |