sábado, 30 de noviembre de 2013

Nuevas formas de procrastinar: la colorización

Esta semana he aprendido a  colorizar (adaptación de la palabra inglesa colorization, lo que viene siendo colorear fotos en blanco y negro). He aquí los resultados, de más a menos penoso. Todavía queda mucho por aprender pero la verdad es que me divierte más de lo que debería, y además hace que veamos las fotos antiguas más cercanas en el tiempo.

Mi bisabuela

Tio-abuelos y abuela (segunda por la derecha)

Debería saber quiénes son (creo que bisabuelo, tio-bisabuelos y tatarabuelo), pero no puedo asegurarlo.
 En Madrid hace mucho frío.

martes, 19 de noviembre de 2013

Silencio Universal

Sólo se me ha presentado una oportunidad en toda la carrera para escribir un pequeño cómic, y no la he desperdiciado (del todo). Si os lo preguntáis, en Madrid  -bastante más cerca del Mediterráneo ya- todo bien, me queda poco más de medio año para acabar el grado y yo no sé ni qué pasará mañana, así que poco puedo divagar acerca de lo que me espera más allá de la graduación. En fin, sin estar en la costa oeste pocas historias se me ocurren ahora, así que como diría Stan Lee, Nuff said!







viernes, 27 de septiembre de 2013

Retrasando lo inevitable

Desde que volví de América, he tenido una sensación extraña hormigueando mi mente, podía notar como una etapa de mi vida se acababa y otra muy diferente comenzaba. Este año en California ha sido sin duda una de las experiencias más completas de mi por el momento corta vida, y puedo decir que he aprendido mucho tanto académicamente (sí, también he ido a estudiar) como a nivel personal y de la vida, la llamada universidad de la calle. Hace ya casi tres meses desde que llegué a España, y tengo que comentaros que realmente no he sentido esa depresión tan terrible que algunos de mis compañeros tuvieron al volver a casa, quizás por el hecho de que simplemente hay que mirar adelante y sé que volveré a pisar la costa oeste, y más probablemente porque yo tengo la suerte -y la desgracia porque no cocino nada bien - de vivir sin padres en la capital del sur de Europa.

Graduación a la americana (qué va, no me gradué, pero impone).
Las últimas semanas tras los exámenes (veo que la última entrada que puse consistía básicamente en poner las caras de locura que me afligen durante temporadas de finales) estuvieron destinadas a viajar a los sitios que me faltaban por ver ( Las Vegas, Yosemite y Gran Cañón mayormente), a despedirme cada par de días de una buena amistad y decirle un adiós de esos indefinidos (en inglés, farewell), de los que le dices a quienes no sabes cuando volverás a ver en tu vida.

En homenaje a los amigos de APTÀ, en esta fidedigna representación de la excursión a Joshua Tree
La primera excursión, que empezó a mediados de junio, me llevó a Las Vegas, a la pionera presa Hoover y al Gran Cañón del Colorado, que pude realizar gracias a que me acoplé a Lucía Uceta (¡¡gracias Lucía!!). Las Vegas, como muchos de vosotros sabréis, es una ciudad en mitad del desierto  del Mojave, en el sur de Nevada, en la que se construyeron decenas de casinos y en la que la prostitución, el juego y beber en la calle -entre otras cosas- son legales, a diferencia de la mayoría de estados de la nación norteamericana. Lo primero que pensé cuando llegué allí fue la inversión que han realizado a lo largo de las décadas para construir una ciudad tan artificiosa en mitad de la nada, lo segundo fue reflexionar acerca de la doble moral yanqui, y es que bebían y bailaban borrachos en la calle y te repartían panfletos para que llamases a las putas (para qué usar eufemismos) cuando si hicieses lo mismo en Irvine lo mínimo me deportaban. Lo tercero fue la potencia del aire acondicionado, vaya maravillas del frío industrial. 

Los aventureros con el típico cartel
Aposté en los casinos con un carné de un amigo español a pesar de ser menor de edad en Estados Unidos, y no me pillaron en la ruleta como no me habían pillado en ninguno de los sitios en los que lo usé durante toda la experiencia americana. Perdimos primero y luego ganamos y nos compramos un bocata, para acabar durmiendo en nuestra estupenda habitación en el Caesar's Palace. No aposté un centavo dado que era menor de edad, y sin embargo aquella noche en Las Vegas interesante, visitando los casinos y eludiando a los securatas que te preguntaban por tu edad en cada cruce de callejones de tragaperras.

Lucía y yo con el rey de Las Vegas, Gordon Ramsay (estaba por todas partes)

The Strip
Tras la noche en Las Vegas, casinos y gente extraña, cogimos carretera y manta hacia el desértico y rico en fósiles estado de Arizona, parando en la frontera por capricho mío para apreciar una de las maravillas más increíbles de la historia de la ingeniería moderna: la presa Hoover, construida hacia tres cuartos de siglo y predecesora de todas las presas hidroeléctricas modernas (seguid el enlace si queréis aprender más). Sin duda alguna mereció la pena.

¡Oh, la tecnología!
Unas cuantas horas más tarde y con un calor digno de un desierto -como era de esperar- nos internamos en Arizona y visitamos el West Grand Canyon. Las imágenes dicen más que las palabras.

Sólo somos motas de polvo, de polvo de estrelals

El camino nos llevó hasta Flagstaff, donde pasamos la noche (en otro motel pestoso, por supuesto). A la mañana siguiente, vuelta al carro y camino al South Grand Canyon, más enorme y tan impresionante como su continuación de poniente. Nuevamente, más imágenes y menos letras (también dejo uno de los vídeos de despedida que hice en su momento).

Impresionante naturaleza


Tras este increíble viaje a uno de los parajes naturales más importantes del mundo, unas cuantas horas en coche y un millar de kilómetros me condujeron de vuelta a Orange County, donde pasamos unos cuantos días como nómadas entre sofás y camas ya que nuestro contrato de alquiler ya se había terminado. Una semana después del viaje de arriba, tocó otro junto con unos cuantos amigos de UC Irvine al parque nacional de Yosemite (tristemente célebre este verano por un ingente incendio que consumió parte de su superficie), situado a unos 200 kilómetros tierra adentro a la altura de San Francisco, en el norte de California. 

On the road
Si el Gran Cañón era bello por su inmensidad y te hacía darte cuenta de lo pequeños que somos y de lo poco que vivimos (la erosión del cañón se ha producido a lo largo de decenas de millones de años), Yosemite era bello por lo salvaje que era. Montañas de roca y tierra, vegetación abundante y nuevamente esa sensación de entorno salvaje que tienes cuando viajas por la naturaleza estadounidense.
Cartel que aconsejaba cantar flamenco a los osos para espantarles
Los pocos días que estuvimos ahí -teníamos pensado quedarnos dos noches pero el inesperado frío sin piedad nos hizo cambiar de opinión- fuimos de excursión por las zonas más famosas del parque, pero como podréis comprobar, no por ello eran menos bellas (como ya es costrumbre en esta entrada, las imágenes valen más que mil palabras, y dejo otro vídeo de despedida).

El Capitán

Cascadas

No estamos en buena forma física

El bosque de Pesadilla antes de Navidad

Into the Wild

Vuelta a Irvine, y despedidas finales. Tras eso, viaje de una semana a un genial albergue en San Diego para disfrutar de los últimos días en EEUU, y de los que no tengo fotos porque no las pasé al ordenador y la tarjeta MicroSD donde se encontraban me desapareció del móvil "misteriosamente" en una discoteca mallorquina más adelante ese mismo verano. Posiblemente lo más interesante de San Diego en esta ocasión fue la visita al USS Midway, un portaaviones en el que tuve la oportunidad de charlar con un veterano de la Segunda Guerra Mundial (¿envidioso papá?).

El sueño californiano
El día 30 de junio por la tarde, Pablo y Edu me llevaron al aeropuerto de Orange County. Despedida poco emotiva ya que les vería un mes después, y finalmente tras veintipico horas, diez mil kilómetros y tres aviones llegué de vuelta a la madre patria, la España que realmente poco echaba de menos (exceptuando la comida) tras leer el periódico diariamente. Lo mejor de la llegada, sin duda alguna el reecuentro con la ya no tan pequeña hermana  Clarita  Clara, a la que prácticamente le resultaba desconocido tras prácticamente un año sin vernos en persona.

¡Oh, el reencuentro de los hermanos!
Así pues, la vuelta ha sido sencilla y complicada, pues por una parte era verano y no tenía obligaciones y por otra resulta que ahora mismo me encuentro en un momento complicado de mi vida, con el último año de carrera por delante y sin tener idea alguna de qué me depara el destino tras la graduación en menos de diez meses (tanto tiempo como estuve en California). Es hora de seguir madurando, creciendo, aprendiendo y sobre todo, disfrutando y sonriendo.Y no me extiendo más, queridos amigos, conocidos, familia, ¿enemigos?, y demás gente de internet. Espero que hayáis disfrutado leyendo las pocas experiencias que he resumido en este modesto blog tanto como he disfrutado yo escribiéndolas, porque sólo se vive una vez, y cuando se vive hay que tomar decisiones divertidas.


P.D: que conste que esto no es un adiós sino un hasta pronto, espero poder relatar decenas de experiencias, anéctodas e historietas más ya esté cerca o lejos del Mediterráneo, ya que a pesar de la distancia, siempre será parte de mí.


martes, 11 de junio de 2013

¡Que se acaben los exámenes!

O me volveré loco.


Sí, soy plenamente consciente de que se trata de una entrada completamente vacía de contenido. Disfrutad viendo mi póster de Regreso al Futuro aunque sea.

jueves, 30 de mayo de 2013

Hitchhiking from Irvine to San Francisco

As you should know by now, I don't appreciate my life at all, and my friend Lluri doesn't value it much either, thus last Memorial Weekend we decided -as young crazy adventurers- to grab a bunch of cardboards (with a sign stating LOS ANGELES, NORTH/SF and PLEASE :-D on each of them) and hitchhike all the way up from sunny and fancy Orange County to the European and modern San Francisco, which is located around 470 miles north (750 kilometers for real people who know how to handle the decimal system).
SF here we go!
It all started on Saturday morning, when we left Irvine with a couple of friends who dropped us off at a gas station in Tustin, by the entrance to the I-5. People would stare at us with a "hey guys you are creepy" look on their faces, so we moved on and walked closer to the actual freeway, where classy Lexus cars and Mercedes SUVs would pass us by ignoring us with their condescendent smiles. We waived the LOS ANGELES and PLEASE signs for about twenty minutes, and finally a huge SUV with a man and his dog stopped by the sidewalk and picked us up. The aforementioned gentleman was in his late 30s - early 40s, and told us (as we had already guessed) that nobody was going to give us a ride in the area where we were trying to hitchhike: rich people do not trust hitchhikers (surprised?). He drove us about 12 miles north to Santa Ana, to a place where he thought it would be easier for us to be picked up. Theoretically, I should have written down the license plate and then send it to some friends in case we went missing, but the hurries and the excitement were high at that point and I definitely forgot to write anything down. The driver, wearing Carrera shades and a dandy hat, told us a few things about his surfer lifestyle and metioned that he had hitchhiked the whole west coast chasing a rock band when he was younger, and that's way he picked up hitchhikers once in while.

Fifteen minutes later we were standing on other sidewalk by the I-5, being yelled at by a Vietnam War veteran homeless ancient who was saying that our spot wasn't the best for hitchhiking. The man from the picture below is Lluri holding the LA sign, while I was in charge of holding the PLEASE sign with the smiling face, so that we looked friendly and harmless (this fact can actually make a huge difference).

Check out the bread we had in the bagpack. Food of Kings.
Ten minutes standing on hard concrete and hearing unintelligible advice coming from a disturbed homeless' mind paid off when a rickety cargo pick-up loaded with wooden boxed picked us up, and the driver turn out to be a nice Ecuadorian immigrant who was on his way to work in LA, so he took us there and told us a few facts about his life: he'd been living in California for 25 years, he told us not to go to the casino (I truly think he had a weird past related to bets, we should ask his bookie)...The haulier was reading Twenty Thousand Leagues Under the Sea, and I should mention that it was the first time he picked up hitchhikers, so it was clear that we were trustworthy even for unknown, random people around SoCal.

Downtown LA
We went around Downtown Los Angeles and I was astonished by the ghostly appareance of the skyscrapers, as they looked consumed by the toxic smoke that fills the atmosphere from Long Beach to Hollywood. Finally, our Ecuadorian friend dropped us off at Los Feliz Blvd, close to the Hollywood area, the cosmopolitan neighborhood of northern LA. The X marks the spot:

Los Feliz Boulevard
At this spatiotemporal location, the sun extended its power up to a point which made it difficult to stand by the roadside. Random people would just laugh at us or encourage us, and even a wacky old lady (suffering from vitiligo) stopped by and gave me directions to get to the bus station so that we could make it to SF the old-fashioned way, but if I had even listened to her, where would the ADVENTURE be??!! That being said, we stoically stood there for half an hour, until one dude with a black and white striped pick-up pulled over and picked us up (this time I actually wrote down the license plate, but it was kind of unnecessary because our driver-friend-carrier turned out to be a really nice fellow). He wasn't going all the way up to the Bay Area but rather to Pismo Beach, a classic beach town around half an hour north of Santa Barbara by the Pacific Coast Highway. We jumped into the car and he told us that he recorded music for Disney and Nickelodeon for a living, and he was going to Pismo Beach in order to play some music with his old friends and ride his dirt-bike on the dunes by the seaside. It is for sure that the most interesting things about hitchhiking are the stories that people tell you, as they are open-minded and usually have lots of exciting experiences to share with others.


Making new friends all over the world
The first thing he said when we buckled up our seatbelts was that he was a martial arts expert, "but I can't dodge bullets"- he added. He told us that he had hitchhiked the whole country from San Francisco to Boston in just five freaking days (we are talking about at least 5000 km =3106.85596 miles) being helped out by truck drivers. He also explained to us that he picked up hitchhikers because several years ago he went on a trip with some friends to a canyon and the filter of his canteen broke and he didn't notice, so he caught a bacterial infection that summoned death, but luckily for him a lady carried him to the hospital and he was able to overcome his critical condition and survive to cry out the story.

A few hours later -traffic jams included- we pulled over in Santa Barbara to have lunch, and I really enjoyed the mountains surrounding the city and the friendly atmosphere that drew a smile on my face when I was walking along the main street.

Santa Bárbara
It is necessary to include that the road we covered during this part of the journey was just beautiful; the Pacific Ocean and its surfers ambushing the road from the west and steep mountains and golden hills kneeling upon the power of the salty, blue inmensity from the east. A baffling Mediterranean weather made me feel as if I was coming back home, to the good, old Málaga by the doors of Europe.

US-101

Close to Despeñaperros

Osborne's bull is missing
We made it to Pismo Beach around five o'clock in the afternoon, but we were convinced that from that point on being picked up  by random people would be way easier, influenced by the funny cliche that says:  NorCal citizens' hospitality >> SoCal citizens' hospitality. It didn't take us long to realize that this fact is just false. We were hitchhiking in the main street, being laughed at and yelled at, and at some point one f*cking retard with a brain whose size was inversely proportial to the dimensions of his truck (this rule is more universal than Newton's Gravitational Law) lowered his car window and said:"DO YOU NEED A RIDE??? GET A FUCKIN' JOB!!!". At least, this moron made us realize that it would be wiser to look for a ride in a residential street closer to the US-101, despite the fact that the car flow diminished and a warning sign threatened our presence in the area.


The oceanic wind shattered my face the whole time we waited in that serene nighborhood (some people even took pictures of us with their fancy iPads), until a weird young man with an entangled beard and lustrous, long hair whose final destination was San Luis Obispo. His name was Austin, from New York, and I didn't get his license plate but I should have. He started talking about his life with a picturesque New York accent, telling us that "people in the west coast are lame because when they say they're your friends they're lying, they are not your friends. In the east coast, when someone tells you he's your friend, then he's your  freind, you know?" and then I realized we had left the last exit to San Luis Obispo ten miles south (here you have a picture of good, old Austin).

Austin =  Texan City = The Texas Chainsaw Massacre (and that's how my mind works)
We politely pointed out that he had skipped San Luis Obispo a while ago, and thank god he turned back south (he was quite disoriented and doing weird things). Once we were heading back south to San Luis Obispo, the sunrays started to spread towards the car, so Lluri pulled down the visor and a metallic object fell on his lap. We thought that it was some sort of electronic device such as a cellphone or a GPS, but it turned out to be a military blade with an eight inch long blade.


Multipurpose tool
An awkard, tense silence took over the car, and after that, Austin grabbed the knife and repeatedly stabbed Lluri in the jugular, sprinkling the whole vehicle with the deadly red rain Austin said that it was okay, because knives are really useful instruments that everyone should carry with them in their cars, thus my friend took the knife and placed it just where he had found it; at least we knew where it was in case we needed it for real (even though we never knew where the gun was). The rest of the trip with Austin was just grim and uncomfortable.

We finally made it to San Luis Obispo by 6pm (piece of knowledge: the journey took place last 25th May, internationally known as the Towel Day in memory of Douglas Admas, creator of The Hitchhiker's Guide to the Galaxy), returning to the funny hitchhiking routine, with crazy hobos pointing out better places to hitchhike and all sorts of angry faces coming from unshaken, merciless drivers. One hour later it was getting colder, but one car with some college kids stopped and one of them gave me his phone number and let us know that if we didn't get a ride that day, he'd be departing to San Francisco the next morning at 7am and we could definitely come along. Nevertheless, we didn't give up and stayed there for another hour. During this period, frat kids threw a box of Make Out Mints!® at us (it didn't hit us ;-D) and even a crazy old man pulled his car over, flipped a coin and said: heads I'll drive you to LA, and tails I'll drive you to SF. I told him not to worry because we didn't need his help at that point.

The X-guy does not belong to the X-Men (terrible joke, I know)
At 8pm, when the Sun was caressing us with its final sunrays before disappearing over the horizon and my numb hands made it difficult to hold the sign, Lluri told me to give up and go to a hostel close to the road. No! - I said - Let's hang on for another fifteen minutes!  And thanks god we stood there for a while longer, because five minutes later one of the unlikeliest events happened: two young beatiful women were mad enough to partake of our journey. They were going north without an actual destination, and I can assure you that they were the craziest girls I've ever met in my life (for those of you who truly know me, it was the same kind of craziness that characterizes my lifestyle, multiplied by 10). We immediately became friends and after a few hours (when they were tired) we parked the car and spent the night in a ramshackle road motel (imagine how these girls were in order to invite two weirdos they had just met to spend the night with them in such a grim place)

In the middle of nowhere
 The next morning we resumed the journey to San Francisco, passing close to Silicon Vally, Stanford, Google Headquarters and other crucial places for technology development and finally arriving to San Francisco at 2pm with a total cost of zero cents. An amazing one day and a half long journey, five cars and very different people who shared one virtue: all of them were nice, open-minded people. In a close future I truly hope that people will feel safer and thus everyone will be able to enjoy this great hitchhiking experience. I'm certainly going to do it again.
San Francisco
We made it!!


                                                        



                                                        

miércoles, 29 de mayo de 2013

Haciendo autoestop de Irvine a San Francisco

Un servidor no tiene ningún tipo de aprecio por su vida, y su amigo Lluri tampoco la aprecia demasiado, así que un fin de semana largo como este Memorial Weekend pasado decidimos, como jóvenes aventureros que somos, coger unos cuantos carteles de cartón (con sus respectivos LOS ANGELES, NORTH/SF y PLEASE :-D) y llegar a dedo (o haciendo hitchhiking, como lo llaman los yanquis) del soleado y lujoso Orange County a la europea y moderna San Francisco, lo que vienen a ser 750 km de coche aproximadamente.

Uno de los carteles en cuestión

Todo comenzó un sábado por la mañana, cuando salimos de Irvine y unos amigos nos dejaron en una gasolinera en Tustin, cerca de la salida a la I-5 (carretera que recorrí entera en Navidad). En la gasolinera la gente nos miraba con cara de terror, así que nos dirigimos a la misma salida de la I-5, con el cartel de LOS ANGELES (ya usaríamos el otro más tarde) y con la esperanza de que alguien nos recogiese pronto. Pasaron veinte minutos y la rica comunidad de Orange County lo único que hacía era mirarnos con cara de condescendencia, con cara de "no voy a comprarte nada" o directamente eludirnos como gente peligrosísima que parecíamos ser. Sin embargo, poco después paró un hombre con su perro en un todoterreno gigante y nos recogió. El susodicho tendría treintaypico-cuarenta años, y nos dijo (como ya suponíamos) que en esa zona de ricos y poderosos nadie nos iba a recoger, que nos llevaba a Santa Ana, unas 12 millas al norte, donde sería más sencillo que alguien nos recogiese. En teoría tendríamos que haber apuntado la matrícula y enviársela a los colegas (que no daban aun duro por nosotros), pero con las prisas y la emoción no apuntamos nada. El conductor, con sus gafas Carrera y su sombrero de paja, nos contó un poco su vida surfera y nos dijo que de joven había seguido a una banda por toda la costa oeste haciendo autoestop, por lo que recogía a la gente de vez en cuando (todo un señor). Al cuarto de hora estábamos en otra acera cerca de la I-5, con un vagabundo veterano de la guerra de Vietnam diciéndonos que ese no era el mejor sitio, que fuésemos a otro lado. El de la foto es mi amigo con el cartel de LA, yo llevaba el de PLEASE con la cara sonriente, para parecer amigables y nada peligrosos (esto puede llegar a marcar la diferencia completamente).

Observa con detalle la barra de pan en la mochila. Comida de reyes.

A los diez minutos de estar esperando ahí y mientras el vagabundo nos gritaba consejos ininteligibles, una desvencijada pick-up grande tirando a camioneta cargada de bultos nos recogió, y resultó ser un inmigrante ecuatoriano muy majo que estaba trabajando e iba a LA de camino, así que nos llevó y nos contó un poco su vida: que si llevaba en California 25 años, que si no fuésemos al casino que perderíamos todo el dinero (creemos que tenía un pasado un poco turbio con el juego)...El curioso transportista estaba leyendo Veinte mil leguas de viaje submarino, y era la primera vez en su vida que recogía a hitchhikers en la carretera, así que estaba claro que inspirábamos confianza.

Downtown LA
Rodeamos los rascacielos de Los Angeles Downtown y nuestro amigo transportista nos dejó en Los Feliz Blvd, cerca de Hollywood, en la parte norte y cosmopolita de LA. La X marca el lugar:

Los Feliz Boulevard

En este punto, soleado hasta líimites insospechados, la gente nos daba ánimos y se reía de nosotros a partes iguales, y hasta una señora medio loca con vitíligo se paró y nos dio una dirección para que fuésemos en bus a San Francisco, pero si le hubiésemos hecho caso, ¡¡¿¿dónde quedaría la aventura??!! Así pues, esperamos media hora, hasta que un tio con su pick-up de franjas negras y blancas se paró y nos recogió (esta vez sí apunté la matrícula, pero vaya que no hacía falta porque era un máquina). No iba hasta San Francisco, pero por lo menos llegaba hasta Pismo Beach, una localidad playera a 280 kilómetros al norte por la autovía de la costa del pacífico (US-101). Nos subimos con él y nos empezó a contar que se dedicaba a grabar música para Disney, Nickelodeon y otras cadenas, y que iba a Pismo Beach para tocar algo de música con unos amigos y montar en su dirt-bike. He de decir que posiblemente lo más interesante de viajar a dedo son las historias de la gente que te recoge, ya que evidentemente son abiertas de mente (adjunto foto con el conductor).

Haciendo amigos por el mundo
Lo primero que nos dijo al entrar era que era un experto en artes marciales (pero que no podía esquivar balas), una de las mejores maneras de persuadir atacantes. Entre otras historias, nos contó que él había hecho autostop bastantes veces, y que los camioneros son el mejor método para viajar, ya que había ido de San Francisco a Boston (estamos hablando de un mínimo de 5000 km) en 5 días usando solo su dedo, y que recogía hitchhikers porque en una excursión con sus amigos a un cañón, el filtro de su cantimplora se rompió y pilló una infección bacteriana que casi le mata, pero una señora le recogió y salvó la vida en el hospital por pocas horas. Comimos con él en Santa Bárbara, ciudad rodeada de montañas y poseedora de una acogedora atmósfera, más o menos a mitad de camino entre Irvine y San Francico.

Santa Bárbara
He de decir que la carretera que cubrimos durante esa parte del trayecto (la famosa U-S101) era una maravilla, con el Pacífico y sus surfistas dentro pillando olas al oeste y montes escarpados y colinas al este, sumados a un ecosistema desconcertante, ya que siendo de Málaga me recordaba enormemente -y con razón- al clima mediterráneo al que tanto estoy acostumbrado en España.

US-101


Cerca de Despeñaperros


Falta el toro de Osborne

Sobre las cinco de la tarde llegamos a la localidad playera, y estábamos convencidos de que entonces sería mucho más fácil conseguir alguien que nos llevase, influenciados por el estereotipo de hospitalidad de NorCal. Nos pusimos en la calle principal, y no solo la gente se reía de nosotros y nos miraba mal, sino que hasta un subnormal de unos veintipicos años con el cerebro de un tamaño inversamente proporcional al de su pick-up (esta regla se cumple universalmente) nos gritó: "DO YOU NEED A RIDE??? GET A FUCKIN' JOB!!!" (¿¿Necesitáis que alguien os lleve?? ¡¡Conseguid un puto trabajo!!). Un retrasado en mayúsculas, pero nos hizo ver que teníamos que ponermos más cerca de la salida a la autopista hacia el norte, así que caminamos hasta una calle residencial con un flujo de coches mínimo y en la que un cartel amenazaba nuestra presencia.

ATENCIÓN. Guardia de vecinos. Reportamos inmediatamente cualquier PERSONAS SOSPECHOSAS o actividades sospechosas al departamento de policía.

                                                      

El viento del océano fragmentaba mi rostro durante la media hora que estuvimos (los curiosos nos hicieron fotos con un iPad y todo), hasta que un extraño hombre de veintipico años, barba y pelo  largo que iba a San Luis Obispo (una ciudad universitaria unos veinte minutos al norte) nos recogió. Austin se llamaba el misterioso individuo, de Nueva York, y no cogimos su matrícula pero no hubiera estado de más. Empezó a contarnos, con un curioso acento neoyorquino, que en la costa oeste todos eran unos falsos, que en su costa este natal los que decían que eran tus amigos eran tus amigos de verdad, y entre una cosa y otra dejó la última salida de San Luis Obispo a unas diez millas atrás (foto destrangis del individuo en cuestión).

Austin =  Ciudad de Texas = La matanza de Texas (Así funciona mi mente)

Le dijimos que diese la vuelta para volver a San Luis, que se había pasado la salida hace rato, y por suerte así hizo (estaba bastante despistado y haciendo cosas raras). Cuando cambió de sentido, el Sol se puso en nuestra contra, así que Lluri, que iba de copiloto esta vez, bajó la visera de su asiento para que no le diesen los rayos en la cara, y un objeto metálico cayó sobre su regazo. Pensábamos que sería un móvil o un GPS o algo así, pero era un cuchillo militar con una hoja de al menos 20 centímetros.

La herramienta universal
Se hizo un silencio tenso, y con un movimiento fugaz Austin cogió el cuchillo y apuñaló repetidamente a mi amigo en la yugular y Austin dijo que no pasaba nada, que era una herramienta útil para muchas cosas, que tonto era era el que no tenía uno así en el coche, así que mi amigo dejó cuidadosamente el cuchillo en su sitio de nuevo; ya sabíamos donde estaba por si hacía falta de verdad (aunque visto lo visto nunca supimos dónde gusrdaba la pistola), pero el resto del viaje fue bastante lúgubre e incómodo.

Nos dejó en San Luis Obispo sobre las seis y vuelta a la rutina del autoestopista (dato para frikis: todo esto fue el día 25 de mayo, día de la tolla, en honor al autor de la guía del autoestopista intergaláctico), nuevamente con vagabundos locos indicándonos otros sitios mejores donde hacer autoestop. Empezaba a hacer frío, la gente nos ignoraba mientras volvían a sus casas y tras una hora de espera paró un grupo de chavales de nuestra edad, y uno de ellos nos dio su teléfono porque iba a San Francisco la mañana siguiente, y nos dijo que si aun no habíamos conseguido a alguien que nos llevase que él nos proporcionaría transporte sin problemas. Aun así seguimos esperando, y entre otras cosas unos subnormales de fraternidad nos lanzaron por la ventana una caja metálica de Smint® (no nos dio) y un anciano con la cabeza en otra parte parte paró su coche, sacó una moneda de cincuenta centavos y nos dijo que si salía cara nos llevaba a LA y si salía cruz a San Francisco: automáticamente le dije que no se preocupase, que no necesitábamos su ayuda.

Yo mismo podría ser el de la X en San Luis Obispo
Tras dos horas de pie, cuando ya eran las ocho pasadas, el Sol se metía en el horizonte y mis manos entumecidas hacían que me costase levantar el dedo, Lluri dijo que nos fuésemos ya a un hostal cercano. ¡No! - le dije- ¡Aguantemos un cuarto de hora más! E hicimos bien, porque a los cinco minutos pasó una cosa bastante improbable -por razones obvias- en el mundo del autoestopismo: nos recogieron dos chicas de nuestra edad. Iban al norte sin destino aparente, y estaban muy muy locas (para los que me conocéis, figuraos que es el mismo tipo de locura que me caracteriza, pero multiplicada por diez). Cogimos confianza rápidamente y a las pocas horas paramos en King City, cuando ya estaban cansadas de conducir. Pasamos la noche en un motel de carretera con ellas (imagínate cómo tienen que ser para invitar a dos tios que no conocen de nada a un motel de película de asesinatos).

El motel en cuestión
A la mañana siguiente resumimos con ellas el viaje a San Francisco, pasando cerca de Silicon Valley, Stanford, la sede de Google y dejando la bahía a un lado, y llegando sobre las dos de la tarde y sin haber gastado un centavo en todo el trayecto. Un éxito de viaje de un día y pico, 750 km con cinco coches y personas muy diferentes pero con un común denominador: buena gente y mente abierta. En un futuro, espero que la gente se sienta más segura y así todos podamos disfrutar de esta grandísima experiencia que ha resultado ser el autoestopismo. Yo, desde luego, espero volver a repetirla.
 
San Francisco
¡¡En la meta!!