Halloween, la noche de brujas, esa tradición anglosajona que cada vez tiene más cabida entre los niños y jóvenes españoles, ya sea por las chucherías o por la excusa para hacer una fiesta. Es sin duda en Estados Unidos el lugar donde más se siente esta festividad, ya que fueron ellos quienes la crearon, modificaron y después procesaron para que se convirtiese en otra fecha productiva para los grandes almacenes y los supermercados.
He de decir que a mí me encanta Halloween. Desde que tenía diez u once años, me iba con unos amigos cerca de mi casa y nos dedicábamos a pedir chuches. Obviamente, por aquel entonces nadie mayor de treinta años sabía que era aquello de Jalogüín, por lo que si no tenían chucherías en su casa nos contentábamos con saldar el
truco o traco con un billete de cinco euros. Pasaron los años -parece que tenga ochenta ya- y ya no pedía más dulces en las casas, pero eso no significaba que dejase de disfrazarme. En esta época adolescente me poseyó la locura de fabricarme -o hacer que mi abuela me los fabrique- disfraces que fuesen originales, más allá de fantasmas, zombis y brujas. He aquí un recorrido de los más notables:
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2008: disfraz de Tuenti. Al día siguiente me habían agregado treinta desconocidos y tenía -y tengo- un tablón escrito por decenas de personas en el Paseo de los curas. |
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2009: disfraz de robot gigante. Poco práctico, pero medía dos metros y pico. Al final acabó destruido cerca del puerto. Por suerte, dentro iba vestido de inventor de robots. |
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2010: hombre biónico. Me pegué cables por todo el cuerpo con pegamento termofusible. Mala idea, porque hacía un frío yakutskiano y los cables me tiraban de todos los pelos del cuerpo. |
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2011: disfraz de Perry el ornitorrinco, hecho por mi abuela Nieves. Cómodo, resultón, y mucha gente sabía de lo que iba, ¡de agente P! |
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2012: disfraz de estudiante americano. Aquí no es fiesta el día de todos los santos y no he podido fabricarme un disfraz por el gran volumen de deberes que tengo. ¡El año que viene será tremendo! |
Dejando atrás mi narcisismo respecto a los disfraces, me gustaría que sí es cierto que aquí se vive
Halloween al máximo. Hay muchísimas fiestas la noche de
Halloween y el fin de semana anterior, los supermercados vendían dulces, chocolatinas jalogüinescas desde que llegué aquí hace ya cerca de dos meses, se escuchaba la banda sonora de
Pesadilla antes de navidad en muchos establecimientos y la gente compraba las típicas calabazas enormes para hacerle el labrado que asustaría a todo niño.
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Dejaremos la calabaza vacía, ¡como la economía de España! |
Asimismo, el 31 de octubre los más entusiastas -que vergüenza por mi parte- se disfrazaron de sus ídolos favoritos para ir a clase, y los profesores más comprometidos con la salud del alumnado y el costumbrismo americano repartieron
Kit-kats, M&M's, Snickers y demás bombas de colesterol a todos los que fuimos a la lección. No podía estar más feliz.
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Clase de ingeniería de control. De izquierda a derecha: Robin, Flash, Professor Bobrow, Spiderman, Capitán América, Superman y Batman. ¡Cuánto héroe junto! |